ESENCIA DEL NÚCLEO PERSONAL Y LA DIGNIDAD DE LA PERSONA

Comienzo este artículo contando una anécdota que me sucedió con uno de mis alumnos que, me preguntaba “si estaba yo a favor o no de los matrimonios llamados igualitarios o entre personas del mismo sexo” a lo que respondí: “yo no, no estoy de acuerdo”,  y a continuación busqué esgrimir mis mejores argumentos, sin embargo, todavía no había terminado de enumerar todos  cuando dicho alumno me interrumpió diciendo: “ pero cómo profe si estamos en el siglo XXI”,  y la verdad es que yo no sé cómo este argumento de decir que estamos en el siglo XXI tenga algo que ver con los argumentos que yo expuse, como si todo pensamiento o verdad afirmada hoy que proceda de una época anterior tenga que ser desechada por el simple hecho de ser anterior. Pero bueno, así son los tiempos “progres” y postmodernistas que corren. No es ocioso ni ajeno al tema que nos ocupa mencionar este par de conceptos antes de entrar de lleno con el tema de la Dignidad humana, porque hoy en día este concepto se ha relativizado y pareciera que la dignidad humana estuviera en función del deseo de los demás y no como un valor intrínseco.  Bueno y también podríamos antes de entrar de lleno en el tema preguntarnos que tiene que ver el posmodernismo con la Dignidad humana, bueno pues permítanme empezar por responder esta cuestión antes de comenzar con el tema principal.

POSMODERNIDAD

Hay dos perspectivas desde donde se puede abordar ¿qué es el postmodernismo? Desde el punto de vista de la sociología y desde el punto de vista de la filosofía.  En clave filosófica el posmodernismo es un rechazo a varias de las categorías originadas en la modernidad, a decir: 1. La categoría de sujeto; Nietzsche en la modernidad decretó la muerte de dios, Michel Foucault declara la muerte del hombre;

2.  El fin de la realidad, ya no hay mas realidad, sino solamente simulacros de ésta, este articulo no contiene una realidad pura pues se transmite a través de un blog en Internet y entonces no sabemos que pretensiones mediáticas tenga, etc.;

3. El fin de los grandes relatos de Occidente, tales como el capitalismo, el Marxismo, la Ilustración, y el cristianismo mismo; ahora estos grandes relatos se han metamorfoseado en los muy pequeñitos relatos como: el feminismo, el ambientalismo, etc.;

4. El fin de la verdad, se niega está en cuanto absoluta y sínicamente se niega con un absolutismo: “no hay verdades absolutas” aunque decir esto supone una afirmación absoluta, se vive un relativismo recalcitrante donde cada quién puede generar su propia verdad;

5. El fin de las substancias, puedes ser no lo que esencialmente eres sino lo que te autopercibes, y como no existe la esencia, entonces todo puede ser deconstruido, ya que la esencia a sido un constructo meramente social que, bien pudiera ser de otro modo.

6. El fin de la lógica, el mundo percibido como un discurso el cual se puede cambiar a discreción, nuestra forma de actuar obedece a la construcción de un discurso.

Este modo filosófico posmoderno delinea el modo de vivir de muchos, si no hay verdad, bueno entonces hay relativismo moral, si todo vale lo mismo, como por ejemplo las culturas, entonces para qué reafirmar mi identidad cultural, me convierto en ciudadano del mundo; no existe más el hombre, por lo tanto, no tiene más razón de ser el sexo, puedo ser lo que yo quiera.

Desde el punto de vista sociológico la posmodernidad ha jugado su papel desde hace ya cinco décadas, y ha impactado en tres aspectos de la vida:

  1. La economía, ya no se percibe cómo antes, inclusive hasta el marketing ha cambiado, antes era vender-vender, y todo se centraba en el producto, predominaban los bienes tangibles, ya no es más así, ahora predomina el sector de los servicios, ahora se realizan tareas intangibles, ahora para vender no se habla de las bondades del producto como tal, sino que se procura una relación amistosa con el cliente potencial, y esta relación se ve fortalecida cuando además nos mostramos como una empresa socialmente responsable, amable con el medio ambiente y con las personas que nos colaboran.
  2. En la política, podríamos decir que hemos llegado a la possoberanía y ahora se hace política más allá del territorio nacional en clave de globalización.
  3. En la cultura, se vive la revolución del Internet, pareciera que nuestro actuar no se ve predeterminado por tradiciones, ahora nuestro actuar está completamente filtrado por una cultura que a su vez no se configura por elementos materiales ni económicos, sino que está construida de datos y comunicación.

Ya con todo esto que se ha dicho hasta aquí nos damos cuenta que se vuelve difícil vivir, nuestra identidad se vuelve imposible, y sin el núcleo de la identidad personal, la cual se esfuma o aniquila en estos tiempos, no es posible colocar sobre alguien toda la fuerza de su propia dignidad, como decía anteriormente, vivimos bajo el peligro constante de que no se asuma nuestro valor por el simple hecho de ser seres humanos, sino que ahora dependemos del deseo de los demás, por ejemplo, si soy deseado, valgo y entonces bienvenido a la vida, si no soy deseable puedo ser desechado y no hay ningún valor en mí, con la idea posmodernista de la aniquilación del sujeto que difícil es responderse ¿Quién soy yo?

NÚCLEO DE LA IDENTIDAD PERSONAL

En los tiempos que corren donde se niega al sujeto mismo vale la pena exponer los elemento que nos llevan a reflexionar sobre nuestra esencia y sobre nuestra propia existencia, hoy más que nunca se hace necesario responder a la pregunta ¿quién soy yo?  El núcleo de nuestra identidad personal (NIP) da respuesta a esta pregunta y aquí descansa nuestro modo de ser, nuestro pensamiento y conducta[1]. Antes de comenzar a hablar del NIP es conveniente que abordemos los elementos que se encuentran orbitando sobre dicho núcleo pero que podemos confundirlos con el mismo, porque son elementos que si bien se encuentran en la periferia también forman parte de nuestra identidad.

EL STATUS

El Nombre

Ante la pregunta que se nos ha dado ¿Quién soy? Podríamos contestar yo soy “fulanito de tal” o bien contestar con nuestro Alias. De hecho, los nombres que ahora nos parecen un poco “feos” tienen significados muy elocuentes, en otros tiempos, tales significados, los padres, buscaban que configuraran el carácter o las virtudes de aquel quien ostentaba dicho nombre, y así era, muchos adecuaban su conducta de acuerdo con cómo se llamaban, o también, algunos se cambiaban el nombre autonombrándose con un apodo para reafirmar más o mejor ciertas conductas.

El Parentesco

Existen personas que se enorgullecen de su apellido porque dicen que son apellidos de abolengo, y tal vez lo sean, otros en cambio, hasta llegan a bromear con sus apellidos que son muy comunes, como por ejemplo el mío qué es Hernández, como quiera que sea, el apellido nos identifica con la figura paterna o materna, es por eso que cuando alguien que es adoptado puede llegar a sentir cierto resentimiento cuando se entera que su padres no son biológicos, y esto es porque la identidad que se veía apoyada en los progenitores ahora se ve mutilada al saberse no natural de los padres putativos.

El Título universitario

Cuando el grado académico se alcanza gracias al esfuerzo y dedicación, consigue una especie de realización en la persona haciéndole sentir feliz y realizado, el título simboliza todo este esfuerzo, pero también configura el actuar de aquellos que ejercen lo que en los estudios asimilaron, esta asimilación sin duda que configura el ser del individuo.

Claro que también para los que no han logrado estudiar algo que conceda algún título universitario, también tendrán funciones u ocupaciones que hacen muy suyas y que por supuesto también tocan al ser de la persona y le conceden ciertos matices.

La condición social

Para muchos, todo lo que hacen e incluso lo que eligen estudiar tiene como objetivo principal obtener cierto grado de riqueza, la cual si no se obtiene provoca un profundo daño al núcleo de la identidad personal, dando como resultado un ser amargado o deprimido[2].

IDEAS, PRINCIPIOS Y VALORES

Es cierto que no todos los seres humanos se comprometen con alguna idea o valor, y estos al no comprometerse no logran realizar conductas significativas, pero para aquellos que si se comprometen con una idea o un principio llegan a identificarse con tal idea, principio o valor y esto hace que lo que el sujeto realice sea valioso, y aún así esto no constituye el núcleo de la persona, sino que estas ideas, principios y valores son más bien poseídos por lo más profundo del ser.

PSICOLOGÍA

Los rasgos psicológicos si duda alguna que son fuente de identidad para muchas personas entre estos podemos destacar los siguientes:

  1. Mecanismo de defensa. Ante una situación o dilema solemos dar solo una solución que pudiera no ser ni la más eficiente ni la más conveniente, pero estamos tan arraigado en ese modo de contestar ante cierto estimulo que no vemos que bien pudiera haber otra u otras soluciones, es decir, ya tenemos nuestro propio mecanismo autónomo de respuesta, es la expresión única del yo, cambiar de respuesta nos hace sospechar que ya no somos uno mismo.
  2. Condicionamientos. Existen comportamientos singulares en algunas personas que se han aprendido de manera inconsciente desde que éramos niños, y aunque muchos pudieran identificarse con estas conductas, hay que decir que tampoco forman parte del NIP, y por lo tanto si se pueden separar del yo más profundo.

LA IDEA DE UNO MISMO

Son las creencias que un sujeto tiene sobre el ser de si mismo, estas creencias pueden ser tan poderosas que llegan a modificar los actos de los individuos sin que esto signifique que realmente haya una transformación ontológica, hoy en día tenemos como ejemplo la ideología de género en donde uno se puede percibir como cualquier cosa, pero esto no significa que realimente se transforme esencialmente en esa cosa que percibe.

La autopercepción se refiere al conjunto de creencias que una persona tiene sobre sí misma, formado a lo largo de su vida. Estas creencias incluyen ideas e imágenes sobre la propia identidad y capacidades, y pueden ser positivas o negativas. El autoconcepto tiene un poder significativo sobre la voluntad y las tendencias de la persona, pudiendo actuar de manera profética: si una persona cree que no es apta para una tarea, es probable que se limite y no tenga éxito en ella, incluso si posee las habilidades necesarias. Del mismo modo, una creencia positiva sobre una habilidad puede conducir al desarrollo y éxito en esa área. Es importante evaluar si el autoconcepto de una persona refleja verdaderamente sus cualidades o si está limitado por creencias negativas que impiden el desarrollo de sus capacidades[3].

EL INCONSCIENTE

El inconsciente interactúa con la identidad propia de una persona. La identidad personal no está dividida en dos partes claras, sino que es una mezcla compleja de fuerzas opuestas que interactúan entre sí, las cuales Freud llamó «pulsiones». Estas pulsiones son cargas energéticas que pueden tanto destruirnos como conducirnos hacia el amor, el arte y la belleza. Freud conceptualizó el inconsciente como una estructura que se divide en tres componentes: el ello, el yo y el superyó. El ello representa los impulsos inconscientes más profundos y desconocidos, el superyó es la consciencia moral influenciada por la sociedad y la familia, y el yo es la parte consciente que intenta equilibrar las demandas del ello y el superyó con la realidad.

El inconsciente también puede contener deseos y pulsiones que, aunque reprimidos, influyen en nuestro comportamiento y en nuestra identidad[4].

El inconsciente roza el NIP pero aún se puede distinguir de éste.

EXPERIENCIAS QUE LLEVAN AL NIP

LA EXPERIENCIA ESTÉTICA

La experiencia estética se describe como una forma de experiencia vivida (Erlebnis) que implica una relación particular con el mundo y con uno mismo. Esta relación se caracteriza por una atención modulada y una implicación emocional que difiere de la experiencia cotidiana.

La vivencia del yo en la experiencia estética se manifiesta a través de una atención específica y un compromiso emotivo. Schaeffer argumenta que la experiencia estética no solo explota los recursos cognitivos y emotivos comunes, sino que los modula de una manera característica, creando una experiencia singular y profunda. Esta inflexión particular de la atención y la emoción está en el núcleo de la experiencia estética y es lo que la distingue de otras formas de experiencia.

Además, la experiencia estética puede tener un impacto significativo en la vida cognitiva y emocional de una persona, permitiendo rupturas en la percepción y el entendimiento del mundo. Schaeffer también subraya que la experiencia estética es una forma de interacción con el mundo que está profundamente ligada a nuestra identidad y a nuestra forma de vivir conscientemente[5].

La experiencia estética construye un camino que conduce a un conocimiento más profundo de la persona, de acuerdo con Gutiérrez Sáenz entre más profunda es la experiencia estética, más profundo es el conocimiento de la identidad personal[6].

LA COMUNICACIÓN INTERPERSONAL

La comunicación interpersonal se describe como una experiencia íntima y profunda que involucra a dos personas, a diferencia de una experiencia estética con un objeto inanimado. Esta comunicación se caracteriza por una vibración emocional que puede manifestarse como amistad, afecto, cariño, amor o empatía. A través de esta interacción, las personas se ponen en el lugar del otro, comprendiendo sus perspectivas y categorías.

La idea es que el yo y el tú son abstracciones, y lo que realmente existe es el nosotros, que forma un substrato ontológico que da vida a cada persona. Este nosotros permite que, a través de la intimidad interpersonal, se acceda a un yo más profundo, abriéndose al otro en un nivel ontológico compartido.

La intimidad interpersonal es fundamental para la formación de una comunidad, diferenciándola de una sociedad. Mientras que la sociedad se basa en lazos jurídicos, la comunidad se forma a partir de lazos afectivos. Esta experiencia de comunicación profunda y afectiva es esencial para crear auténticas comunidades y debe ser fomentada a través de la educación[7].

LA COMUNICACIÓN INTRAPERSONAL

La comunicación intrapersonal se refiere a la relación y diálogo que uno tiene consigo mismo. Este tipo de comunicación se centra en la introspección y la meditación, procesos que son fundamentales para el autoconocimiento y el descubrimiento del yo profundo. A diferencia de la interacción con otros, la comunicación intrapersonal permite una introspección sistemática y sin la necesidad de interactuar con otros.

La meditación no busca reflexionar o analizar, sino alcanzar un estado de quietud completa sin conceptos ni imágenes; no requiere esfuerzo ni concentración intensa, sino una conciencia despierta sin un propósito definido; durante la meditación, la ausencia de objetos permite una apertura ilimitada de la conciencia, lo que facilita una perspectiva más amplia y realista en la vida cotidiana.

La meditación reduce tensiones y mejora la eficiencia en el trabajo, proporcionando un descanso profundo y una sensación de paz y tranquilidad; facilita un encuentro con los estratos más profundos del yo, proporcionando una sensación de solidez y tranquilidad interna; proporciona una plataforma interna sólida que reduce la ansiedad y la inseguridad ontológica, síntomas comunes en la civilización actual debido a la falta de un centro interno sólido[8].

LA VERDADERA EXPERIENCIA RELIGIOSA

La experiencia religiosa profunda puede llevar al descubrimiento del yo a través de un proceso de introspección y conexión con lo divino. La persona, durante momentos de intensa experiencia religiosa, se aparta de los estímulos externos y dirige su atención hacia su mundo interno. Es en este espacio íntimo donde se encuentra con Dios, sintiendo una presencia poderosa y vivificante que los místicos denominan Dios. Según San Agustín, Dios es más interno al yo que el propio yo. Aunque Dios está presente en todas partes, la conciencia de esta presencia se experimenta más fácilmente en el interior de la persona. La teología moderna sugiere que es un error ver a Dios como algo inalcanzable y distante, cuando en realidad se encuentra en lo más profundo de cada individuo.

En la experiencia de contacto íntimo con Dios, el individuo toma conciencia de su contingencia y de la necesidad de un ser que le da su propio ser. Esta conexión íntima y vivencia del infinito lleva al descubrimiento del núcleo de la identidad personal, ya que Dios es más íntimo al yo que el yo mismo. Por lo tanto, al conectarse con Dios, la revelación del propio yo, ocurre de manera concomitante[9].

EL NÚCLEO DE IDENTIDAD PERSONAL

El núcleo de identidad personal se refiere a la parte más esencial y duradera de una persona, que permanece constante a lo largo del tiempo a pesar de los cambios externos. Este núcleo es la base de nuestra existencia y es lo que realmente nos define.

Hay varios conceptos importantes relacionados con este núcleo:

  1. Ser sustancial: Se refiere a la parte de nosotros que existe por sí misma y ofrece una permanencia radical, en contraste con los aspectos accidentales o periféricos que pueden cambiar con el tiempo. El núcleo es lo que nos identifica y permanece igual a pesar de los cambios.
  2. Calidad de sujeto: La identidad personal no puede ser objetivada. Tratar a una persona como un objeto es desfigurarla. La identidad personal implica un conocimiento íntimo y subjetivo de uno mismo, más allá de la reflexión conceptual.
  3. Yo profundo: Representa la parte central y más auténtica de una persona, en contraposición al «yo empírico» o ego, que es más superficial y centrado en sí mismo. El yo profundo es expansivo y desinteresado, y su fortaleza permite a la persona enfrentar mejor las crisis y cambios de la vida.
  4. Campo de conciencia: Se refiere a la capacidad de la persona de ser consciente de sus experiencias, emociones y pensamientos. La felicidad profunda emana de este núcleo de identidad personal y se difunde en las experiencias cotidianas.
  5. Existencia productora de su estructura: Según la filosofía existencial, la existencia del ser humano es lo que produce su esencia. La esencia de una persona es su biografía particular, mientras que su existencia es la indeterminación y la libertad de crear esa biografía[10].

LA DIGNIDAD DE LA PERSONA

Una vez que ya se explicó que, en efecto, la persona, o el yo profundo existe ahora hay que reflexionar sobre la dignidad que ésta tiene.

La dignidad es un concepto profundamente arraigado en la naturaleza humana y se refiere a la eminencia y valor intrínseco que cada persona posee. Este valor no depende de características externas como la belleza, la inteligencia o la eficacia laboral, sino de una cualidad interna que eleva a cada individuo por encima de otros seres. La dignidad está estrechamente ligada al término «persona», derivado del latín «personare» que significa resonar, destacando la importancia y prominencia de cada individuo[11].

Boecio, un filósofo clásico, menciona que la dignidad de la persona es algo innato y que no puede ser completamente definido ni explicado, ya que es una realidad fundamental y evidente[12]. Santo Tomás de Aquino también resalta que cada persona posee una dignidad especial debido a su naturaleza única y su capacidad de ser, es decir, su existencia y esencia propias[13].

En términos filosóficos y teológicos, la dignidad se expresa en la capacidad interior de ser y en la profundidad del mundo interior de cada persona. Esta dignidad se manifiesta no solo en la grandeza de la tarea humana y en los ideales a los que aspiramos, sino también en la forma en que respetamos y veneramos a nuestros interlocutores y seres queridos[14].

Además, la dignidad no siempre es visible a simple vista. Puede ser más evidente en situaciones de debilidad o enfermedad, donde la verdadera nobleza de una persona se revela a través de su capacidad de afrontar las adversidades con fortaleza y dignidad. Este concepto también se aplica a las personas con discapacidades físicas o mentales, quienes, a pesar de sus limitaciones, poseen una dignidad intrínseca que debe ser reconocida y valorada. En resumen, la dignidad es una cualidad sublime y fundamental de la naturaleza humana que destaca la excelencia y el valor intrínseco de cada persona. Esta cualidad se manifiesta tanto en la grandeza interior como en la capacidad de ser y actuar con independencia y fortaleza,


[1] GUTIERREZ SAENZ, R. (1984). Introducción a la antropología filosófica (2.a ed.) [Impreso]. ESFINGE.

[2] Íbid.

[3] Ídem

[4] ROUDINESCO, E. (2017). EL INCOSCIENTE EXPLICADO a MI NIETO (2da edición) [Digital]. ZORZAL.

[5] Schaeffer, J.-M. (2016). La experiencia estética.

[6] GUTIERREZ SAENZ, R. (1984). Introducción a la antropología filosófica (2.a ed.) [Impreso]. ESFINGE.

[7] Ídem

[8] Ídem

[9] Ídem

[10] Ídem

[11] Escandell, J. J. (2001). Las dimensiones de la persona, de Tomás Melendo. Torre de los Lujanes: Boletín de la Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, 44, 117-124. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=190674

[12] Rodríguez, J. A. (1995). La antropología de Boecio. Ciudad de Dios: Revista Agustiniana, 208(1), 225-263. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4503408

[13] «Suma Teológica» (Summa Theologiae). En particular, aborda este tema en la Parte I, cuestión 29, artículo 3.

[14] O.c. Escandell, J. J. (2001).

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